SAMOS


Escudo del ayuntamiento de Samos  modificado en 2009. En el centro un gol de esmeralda dentro de una cruz ponteada de oro cargada de cuatro rubís de goles y cuatro vieiras de plata en los cantos, sobre ondas de plata y azur; bordo cargado de cuatro anillos de azur y cuatro plumas de escribir. Al timbre, corona real cerrada.


Las huellas arqueológicas que conserva, nos dan idea de asentamientos remotos en esta tierra. Las existencia más temprana de esos primeros colonos que se encuentran en las cuevas de Santa Eulalia, las tumbas megalíticas de Bustofrío; Trascastro, el castro de Loureiro y el  CASTRO DE FORMIGUEIROS, este, actualmente en excavación. 



La abundancia de castros, indica la importancia de la cultura celta, que se pueden fechar en un periodo comprendido entre el siglo VII a.C. y el siglo II d.C., aunque es probable que los asentamientos se amplificarán hasta la Edad Media.

La llegada de los monjes en el siglo VI monopolizará la historia del municipio, que permanecerá estrechamente ligada a su monasterio, incluso el nombre primitivo, Samanos, ya alude a este asentamiento. Esta villa es paso obligado para todos los peregrinos que peregrinan a Santiago y muchos duermen en el hospedaje ofrecido por los monjes benedictinos, en la REAL ABADÍA BENEDICTINA DE SAN JULIÁN DE SAMOS, uno de los centros religiosos más importantes de Galicia.



Samos se encuentra en un espectacular entorno natural, en un valle que da entrada a los montes de Pedrafita. Lo atraviesa el Río Oribio, un pequeño río rico en anguilas y truchas, unos de los platos más emblemáticos de la zona.

Posee un árbol senlleira, por su antigüedad y valor cultural, un ciprés milenario que se encuentra en la CAPILLA DEL SALVADOR.


Como alojamiento en la zona, recomendar las CASAS DE OUTEIROformadas por un pequeño y bello conjunto de arquitecturas populares de finales del s. XIX. 




Si deseas participar con alguna sugerencia sobre este municipio, agradezco vuestros comentarios.

 Os espero en las próximas entradas de
 y disfrutad del BLOG.

Un saludo de Alberto García Roldán.




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